Vilches está emplazado a 320 km. al sureste de Santiago, formando parte de la zona mediterránea de Chile Central, una unidad biogeográfica fascinante y única en Sudamérica, cuya vulnerabilidad hoy recibe la atención conservacionista como uno de los puntos calientes de conservación mundial. Un clima donde las cuatro estaciones se corresponden fielmente en invierno, que a decir de sus habitantes “no se alcanza a terminar de disfrutar una estación cuando ya comienza la otra” y no es de otro modo.
Un invierno nival inunda de blanco el paisaje, troncos erguidos y desnudos de hojas dan la sensación de recogimiento y paz inconmensurable, acentuada por el canto melancólico de los habitantes alados que se niegan a abandonarla y se unen solemnes con monótonos cantos de soledad. En las quebradas en tanto, la nieve cubre sólo en parte el verde permanente de los coigues y su estirpe de selva maulina, tan fría como tropical. Es que no es ajena la amazonía y Paraná en su origen y Vilches evidencia en su composición florística un pasado tan antártico como tropical, que se percibe en esta foresta nevada y que se remonta muy atrás en el tiempo, más allá incluso que los Andes.
Es en invierno cuando los hombres se dan a la tarea de enterrar la nieve en hoyos de casi dos metros de profundidad, la depositan compacta en lugares establecidos familiarmente, una vez relleno el espacio cubren con una capa de tierra su blanco tesoro.
El invierno marca el momento de retomar la vida de hogar y comunidad, como un rito social, todo se hace más lento, casi de hibernación y la gente parece disfrutar su recogimiento, sin reproches, sin remordimientos. Cada cierto tiempo aparece como un ser mitológico el Puelche, un agradable y suave viento cálido que sopla desde el interior de los Andes y que le da al paisaje una calidez de ensueño en medio del paisaje invernal. La vida doméstica bajo el puelche da la sensación de ser otra, el día se torna extremadamente amable para caminar, los colectores aprovechan de secar al viento sus hongos y la ropa se seca en este acondicionado natural. “Pero esto sólo puede durar tres días corridos no más…”, ya que después de este período, el puelche da paso nuevamente a las nevadas, llevándose consigo su aliento de volcán.
En la primavera el sol diáfano se escurre penetrando en las entrañas de la tierra y con el deshielo asoman gráciles las flores, insectos y aves portadoras de su mensaje ancestral, millones de pequeñas avecillas como el fío – fío retornan silentes en septiembre desde la amazonía, las flores blancas de mairtáceas y winteráceas, así como los rojos pétalos de copihues, flor nacional, son un monumento genético a un pasado recurrente, donde la vida se proyecta en un continuo por donde hoy hay desiertos y montañas.
Las cascadas exhiben en plenitud su transparente cabellera, vitalizando los brotes foliares de los robles colorados, quienes son los primeros en sacar a la vida sus hojas, los carpinteros retoman su laboriosa tarea alimenticia con ecos tamboriles y trompetas sonoras, en tanto loros tricahues vuelan aún trémulos, pintando de verdes y amarillos la bóveda celeste. Llegó la primavera y con ella la recolección de quireñes, hongos comestibles que crecen en los robles y que son altamente apetecidos en la zona. Los picaflores han comenzado su crianza y tras mantenerse a fines del invierno con el néctar de los mayos, hoy disfrutan manjares florales diversos que les permiten nutrir a los débiles pequeños. De ser benigna la primavera los jóvenes polluelos se alzarán bulliciosos al final de la temporada, de haber lluvias copiosas se tornarán de muerte y desolación los nidos.
Florece Vilches y el bosque revive, lo mismo que sus tradiciones. Llega el día de los muertos, la nieve será desenterrada para nacer helados como en la época colonial y conmemorar de esta manera la vida y la muerte junto a quienes ya partieron. La comunidad se traslada al cementerio en Vilches Bajo a celebrar un rito sacro y pagano en un vínculo colectivo con las más antiguas tradiciones, comer en familia junto a nuestros muertos, compartiendo su presencia y evocando sus recuerdos, “es que nadie se va de la vida así no más”…. me dijo una vez un anciano.
Vilches a pesar de su latitud tiene alma de inca, el área geográfica del Maule es reconocida por los historiadores como el límite sur de la distribución incaica, donde permanecen aún vigentes historias de oros y fortalezas truncas. Es que el patrimonio rocoso de Vilches pareciera acentuarlas, la gran roca con cada de indio de más de 200 metros y desde cuya cumbre se domina el mágico paisaje; Enladrillado, formación natural que algunos asimilan a una fortaleza purumauca, volcanes, piedras con rostros señaléticos, más de cuarenta piedras tacitas y el abundante material lítico casi olvidado, son solo algunos de los monumentos que dan vida a la historia indígena de Vilches.
Llega el verano y con él las veranadas, los arrieros se disponen a llevar sus animales a los valles interiores, a los pies de los volcanes, el complejo “Los Descabezados”. Tras dejar las morrenas glaciares llegamos al mirador del Valle del Venado, nos espera una bajada desafiante de 3 horas antes de llegar a los ríos que bajan torrentosos desde las partes altas. Son los cipreses de la cordillera quienes dan la bienvenida al visitante, como si se tratara de un mundo jurásico, volcánico y recóndito, que pareciera guardar más de algún alma dinosaurio. La huella de la lava se extiende a lo ancho del valle, a lo largo de los cuales trepan los rebaños en busca de la abundante hierba. A través de pasadizos rocosos se llega a la laguna El Blanquillo y desde allí hacia un valle de aguas calientes, donde los ríos son afloramientos termales que los arrieros han acondicionado rústicamente para el disfrute. El paisaje cambia drásticamente, aparece un mundo casi lunar de piedra pome depositada por continuas erupciones. La tarea de subir no es fácil, solo los aventureros montañistas y algunos turistas lo hacen, la recompensa es un atardecer casi cósmico, en medio de la llanura blanca sobre la antigua ceniza volcánica.
Desde la cumbre de los volcanes se aprecia la fuerza modeladora, los cráteres explosivos dan cuenta de la violencia incontenible de las entrañas de la tierra, ahí donde antaño cuencas yacían bajo el mar, hoy se alzan gigantes montanos de casi cuatro mil metros de altura. En el descabezado Grande, el más alto de todos, duerme en su vientre el fuego contenido y en su cráter aparece el hielo coronando su sueño momentáneo, es que aquí fuego y agua, la vida y la muerte, el ayer y el mañana son lo mismo.
El viento trae en marzo un tibio designio y toda la vida alborotada parece percibirlo, los árboles se visten con sus mantas amarillas, las aves despiden sus afanes reproductivos y un espíritu de serenidad comienza a invadir todos los rincones. Los hombres se dan a la tarea de bajar sus animales de la cordillera, los frutos de avellanos y nogales dan su último suspiro a la débil economía local, los fío – fío comienza a preparar su largo viaje de regreso a al amazonía en una oda otoñal que se repite inmemorialmente. Las primeras lluvias retornan el olor de tierra fértil y el sol comienza su amenaza explosiva al atardecer vistiendo de púrpura el paisaje. El bosque ahora rojo, lo despide en un escenario magnificente, el otoño reluciente de tonalidades espirituales cubre con un bello manto sagrado la geografía, dando en razón al inca por su dios omnipresente.
No hay estacionalidad para visitar Vilches, porque ahí está su paisaje y su gente, siempre. La invitación es franca y fraterna, pues la llegada del Homo respetuoso es vital para su subsistencia. Hoy sus habitantes aspiran a continuar aquí su vida, desean hacer nuestros sus dominios infantiles, compartir sus caballos, el pan amasado y los cantos del abuelo y sentirse valorados en su tarea de resguardar lo que en otros lados se ha perdido. Es Vilches, un lugar en el Maule, donde la comunidad dispone del ecoturismo para conservar su fuente de riquezas, aquella que ha dado al ser humano la oportunidad de existir. Vilches Alto se está organizando de manera decidida en torno a un proyecto de Ecoturismo que armoniza el desarrollo comunitario, con la conservación de los recursos naturales y la investigación de los ecosistemas. Lo invitamos a participar como un actor fundamental en la tarea de levantar este destino sustentable.